CULTURA TRADICIONAL MADRILEÑA

La Cultura Tradicional de un pueblo es el conjunto de todo su saber, de todas sus creencias, de todos sus actos… Sus fiestas y costumbres, música, cantos, danzas bailes… Su vestido, gastronomía… Su artesanía y arquitectura popular… Su literatura de cordel, romances, refranes… Sus juegos, ritos, tradiciones varias… Por ello, bien podemos decir que la Cultura Tradicional es la mejor carta de identidad de un pueblo. Sabemos también que el estudio de todas estas manifestaciones, de todo este saber, constituye una ciencia que hoy denominamos folclore.

Cantar, tocar o tañer instrumentos, danza o bailar, son artes que nacieron con el hombre. Porque son actitudes consustanciales con la naturaleza humana y solo se diferencian en los matices y artificios utilizados. Han estado también vinculadas a los acontecimientos de la propia vida del hombre desde siempre, estando presentes en su nacimiento, en su trabajo, en su diversión, en su soledad, en su lucha, en su paz, en su pensamiento y en su muerte. El folclore es el respiradero de los pueblos, el espacio de donde fluye su caudal creativo. El conocido investigador y etnógrafo Sixto de Córdoba y Oña, escribe en uno de sus trabajos: “Dadnos las canciones de un pueblo y os diremos cuáles son sus costumbres, sus leyes y su historia”.

En lo que respecta a la Cultura Tradicional Madrileña, podemos también afirmar que es muy importante y que tiene signos inequívocos de su autenticidad y personalidad propia. Madrid ha tenido en todas las épocas una literatura propia de obras costumbristas de gran calidad y por ellas se comprueba que ha sido un pueblo rico en tradiciones y muy amante de sus cosas, viviendo  con intensidad el concepto lúdico de sus fiestas, verbenas romerías, tradiciones etc.

La Cultura Tradicional Madrileña, se fundamenta en tres épocas bien definidas y concretas: la época castellana, que se inicia en el siglo XI con la conquista de Madrid a los árabes por el rey castellano Alfonso VI; la época goyesca que se inicia el siglo XVII y que consiguió todo su esplendor en el XVIII y la época castiza o chulapa, arraigada en el “foro” a partir de mediados del siglo XIX.

Madrid castellano: Es de suponer que la manifestación folclórica castellana en la Villa y Corte, tuviera su inicio al ser repoblada y que seguiría las costumbres de la Castilla pujante. Existen datos concretos de que, a mediados del siglo XVI, la música y los bailes castellanos gozaban de una gran popularidad.

En la actualidad la dulzaina y el arrabel son algunos de los instrumentos que siguen sonando con fuerza en las fiestas y romerías madrileñas, interpretando con toda pureza seguidillas, rondones, jotas, etc. de la época. También la indumentaria típica castellano-madrileña es frecuente en Madrid y su Comunidad.

Madrid goyesco: Esta época, denominada goyesca, alcanzó su mayor popularidad a finales del siglo XVIII, y a principios del XIX. Debe su nombre a la exaltación universal que hiciera de las tradiciones madrileñas el genial pintor Francisco de Goya, que reflejó con fidedigna autenticidad y lujo de detalle en sus famosos “Cartones para Tapices” (“La Pradera de San Isidro”, “La Gallinita Ciega”, “El Pelele”, “Los Zancos”…)

La época goyesca, aparte del atractivo de sus danzas llenas de sensibilidad plástica, tiene el valor añadido del colorido y riqueza de sus trajes, los cuales eran utilizados en su vida cotidiana por la “majería” madrileña. Las danzas goyescas, son bailes de Escuela Bolera, que se bailaban también a nivel popular en fiestas, romerías y verbenas de aquella época: boleros, fandangos, tiranas, seguidillas, bailes del candil, etc., donde se mezclan, con el mágico atractivo del traje, la alegría de las jotas serranas o las seguidillas de la vega.

Madrid castizo y chulapo: Digamos en primer lugar que ser chulapo madrileño es un modo de comportarse y una actitud especial ante la vida además de expresarse con acierto en el argot del “foro” y ponerse bien la “parpusa”.  Es, en suma, una manera de ser.

Puede situarse su comienzo hacia mediados del siglo XVIII, siendo sus símbolos fundamentales el chotis y el organillo, llegados a esta Villa a mediados del siglo XIX. Por su presencia habitual en toda la actividad folclórica madrileña es, en la actualidad, uno de los mejores signos de identidad de la capital de España.