CASTICISMO
El movimiento a favor del casticismo madrileño hace su aparición hacia 1980, y oficialmente en 1984. Surge como una necesidad de recuperar y afianzar las raíces del pueblo madrileño ante el deterioro de las viejas tradiciones, que se venia observando ya de muy atrás. La incorporación de otros folclores, siempre enriquecedores, sin duda, había hecho sin embargo, ensombrecer el propio de tal manera que parecía destinado a desaparecer en un futuro no muy lejano.
Madrid es un pueblo abierto, que siempre ha dado cobijo a todo el que llega, sin importar su procedencia. Pero su hospitalidad le ha llevado a veces a perder su idiosincrasia, volcado como está en recibir y asimilar otras culturas.
El Madrid actual es un Madrid lleno de vida, pero también de ajetreo, de edificios nada propicios a la vida vecinal, de trafico agobiante, de contaminación, de mendicidad en las calles, de drogas, de soledad, síntomas de una globalización de los siglos XX y XXI.
Pero tenemos que mantener esa alegría que nos caracteriza frente a los sinsabores, cambiando el desamparo por la cordialidad, impulsando el ambiente de antaño, transmitiendo lo en toda su pureza.
Porque Madrid es también atrayente, nostálgico, abierto. La nobleza de sus gentes, su simpatía, su galantería dan a nuestra tierra un carisma que no ha de perderse.
Por otro lado, las autoridades que rigen Madrid no suelen ser madrileños de nacimiento, algo que carecería de importancia si hubiese un compromiso serio con los madrileños y con la causa madrileña por su parte.
Sentir Madrid es algo fundamental para gobernarla; alguien que se siente ajeno a la cultura madrileña, difícilmente sabrá dar salida a las inquietudes y problemas de los ciudadanos.
Son nuestros representantes en las Administraciones Públicas quienes pueden ayudarnos en nuestros objetivos, con una política de apoyo a las costumbres madrileñas, que favorecería ese auge de lo madrileño y fortaleciendo su cultura.
«El casticismo es esa forma de ser —amabilidad, tolerancia, alegría y seriedad a la vez— por la que luchar día a día. Las fiestas castizas se basan en un buen ambiente, son fiestas alegres y sanas».
Decía el castizo que «De Madrid al cielo y un agujerito en él para poder verlo». Y eso es sólo una muestra del casticismo que encierra el «Madrid chulapón, cuna del casticismo», como comenta en su libro, Serafín Reboul Estecha, que desde 1980, fecha en la que parece ser, volvió a revivirse la defensa del casticismo. Fue secretario fundador de la primera asociación castiza «Madrileños y Amigos Los Castizos» en 1984 en la verbena de San Antonio de la Florida, siendo en el Restaurante Los Galayos donde tuvo lugar el acto fundacional y su sede durante más de un año.
Después fue presidente de la asociación Tertulia Castiza El Alma de Madrid en 1987, siendo su sede en la Taberna Nuncio, en la Plaza Puerta Cerrada 7, ahora bar El Madroño, donde se reunía un equipo de trabajo con la colaboración de personas externas a la asociación que deseaban dar impulso a las tradiciones y fue componente de la primera Comisión Gestora de la F.G.T.M.
Madrid cuna del Casticismo Chulapón, por Serafín Reboul Estecha.
TÍTULOS
Las condiciones de los madrileños en el siglo XVII se caracterizan por su hospitalidad, sinceridad, ingenio y bizarría. Decia la reina Isabel la Católica, que los naturales de Madrid eran hombres de bien, que se podían comparar con los mejores de sus reinos. Me voy a referir a las manolas, majas, y chisperas. En general la madrileña castiza se asoma, sin ninguna identificación excepto en una que tiene su correspondiente pareja, como igualmente ocurre con manolos, mayos y chisperos, incluso chulos. Hacia 1760 aparece con todo su esplendor la “maja” a continuación la “manola” y, en 1839, aparece la primera ”chula”. La maja la inmortalizó Goya, y eran las principales de lo sainetes de Don Ramón de la Cruz. Todas ellas tenían un denominador común: el haberse criado en las calles de los barrios más populares de Madrid y, sobre todo de los bajos. La chispera advierte una distinta procedencia, recuerdo unos versitos que decían:
- Yo nací madrileña por suerte mía, la tierra más hermosa que alumbra el día.
- Siento pesares porque no surcan barcos, mi Manzanares.
- Con mi chispero contenta y satisfecha vivir yo quiero.
- De Madrid son Chisperas, las Maravillas,
- De Lavapiés las Majas nobles y vivas.
La manola, preciosa y clásico tipo, va desapareciendo con su gracia y donaire desenfadado.Son muy conocidas en toda España. Con su trenza en el peinado, su movediza mantilla, eran las clásicas floristas, rabaneras, fruteras y, como no, las cigarreras.
Siempre se ha querido parodiar, sin conseguirlo, la gracia, traje y modales peculiares de la manola. En el primer tercio del siglo XX, las chulas aparecen en el género chico, que abarcan casi todas las obras, protagonizadas por ellas. En la Verbena de la Paloma, se advierte que Casta y Susana salen en determinadas escenas vestidas de chulas y en otras se las llama chulaponas , por haber nacido en barrios bajos. En su versión masculina, nos encontramos con los manolos, majos y chisperos.
Mesonero Romanos, un siglo después, señala su evolución y supervivencia. A los vecinos del barrio de Maravillas se les designaba, chisperos, porque tenian, chispa, majeza y manoleria, que eran las tres gracias de los tres barrios de la Villa y Corte, Barquillo, Maravillas y Lavapiés. Ya en el siglo XVIII, quedaron perfectamente definidos quienes eran los manolos, quienes los chisperos y quienes los majos.
Posteriormente, en el siglo siguiente, aparecieron chulos que eran tamizados de los tres anteriores. Los manolos eran oriundo de Lavapiés, los majos vecinos de Maravillas y, los chisperos del barrio de Barquillo. Todas las castas se diferenciaban en los colores de sus trajes y en las formas de sus patillas y tupés, en sus lazos y redecillas, y en los vocablos, canciones y bailes.
Entre los manolos abundaban menestrales y empleados de comercio. Los majos eran partidarios de las artes amatorias y la milicia. Los chisperos eran amantes de la fragua y el yunque, siempre bastante aventureros según Sainz de Robles. Don Ramón de la Cruz era manolo, Goya chispero y Luis Candelas majo.
El chulo ya no era un personaje específicamente madrileño, era una acepción local del termino con características propias. Los había chulos de baile, chulos de mujeres de mal vivir, chulos de barrio. Eso si, la forma de vestir era la misma: sentencioso, rígido, con sus pantalones abotinados y su pañuelito blanco liado al cuello y sus andares profesionales. Y esta es la argamasa formada por los diferentes personajes que dieron realce a los títulos del casticismo de Madrid.
Notas sacadas de diferentes libros por Josefa Movellán.